TESTAMENTO DE UN PESCADOR

'' Pesco por que me gusta pescar,porque disfruto de los lugares invariablemente hermosos,donde se encuentran truchas y me disgustan los lugares, invariablemente feos,donde se juntan las multitudes. Pesco porque así escapo de los anuncios de televisión,de los cock-tails y de las falsas actitudes sociales.

Porque en un mundo donde la mayoría de los hombres parecen transitar la vida haciendo cosas que detestan,mi pesca es a la vez una fuente inagotable de goce y una pequeña rebelión,porque las truchas no mienten,ni hacen trampa,no pueden ser compradas ni sobornadas o impresionadas con el poder,sino que responden únicamente a la quietud,a la humildad y a una infinita paciencia.

Porque sospecho que los hombres recorren este camino por última vez y no quiero desperdiciar el viaje,porque misericordiosamente no hay teléfonos en los ríos de truchas,porque solamente en los bosques puedo encontrar la soledad sin sentirme solo,porque el whisky que se toma en una vieja taza de latón siempre sabe mejor,porque tal vez un día atrape una sirena,y finalmente no porque considere que pescar sea tan terriblemente importante,sino porque sospecho que tantas preocupaciones de los hombres son igualmente intrascendentes y ni por asomo tan divertidas''

ROBERT TRAVER.

viernes, 4 de septiembre de 2009

LUCIOS A MOSCA Y RECORD PERSONAL











La semana pasada estuvimos Vázquez y yo pescando unos lucios a mosca. Las perspectivas no eran buenas, ya que el verano y el otoño pasados fueron auténticamente nefastos en cuanto a capturas y la primera salida de este año en compañía de Luis y Raúl más de lo mismo, capote total y lo peor es esa sensación interior, producto de muchos años de pesca a las espaldas, de que algo grave está pasando. Todos sabemos que los lucios tienen días de actividad y días mas apáticos pero cuando se acumulan las salidas de pesca, cambiando de zonas y escenarios, y ni tan siquiera los pequeños lapiceros, siempre frecuentes en cualquier sitio, no hacen acto de presencia, la cosa empieza a ser alarmante.
Lo único que me hace dudar y me da esperanza es que hace solamente dos años era común en una jornada, tocar diez o mas peces cada uno, y me extraña que en tan poco tiempo algo tan grave haya podido ocurrir para llegar a esta situación, incluso en escenarios separados bastantes kilómetros entre sí.Pero bueno, el virus está en la sangre y cada cierto tiempo se manifiesta, así que el jueves intentamos de nuevo dar la vuelta al partido, y si no, por lo menos, disfrutar de una jornada de pesca en el río en soledad, algo muy de agradecer en los tiempos que corren.
El río estaba algo alto y empezamos a pescar las primeras posturas sin ninguna picada. Malo. El guión se repite, los fantasmas empiezan a hacer acto de presencia. Las primeras discusiones absurdas y los primeros cagamentos hacen su aparición y el desánimo empieza a hacer mella en Vázquez y en menor medida en mí, pero pese a todo probamos en el último tramo, el cabecero de una profunda tabla. Y entonces ocurrió. Debajo de unos árboles de la orilla veo perfectamente a través de las polarizadas cómo un enorme lucio atrapa mi mosca.En ese momento soy consciente de que al otro lado de la linea hay un lucio de los que uno siempre sueña con coger pero nunca espera que le toque, y menos a mosca y desde orilla.Pero este pensamiento pasa fugaz por mi cabeza cuando con una carrera de una rapidez y potencia descomunal, el kíller sale como una locomotora a refugiarse debajo de las ramas que se adentran en el río.
La caña del nueve se dobla hasta el mango mientras fuerzo el terminal de acero de 20 libras y el bajo del 0.35 al límite de su resistencia, pero la cola de rata cortando las aguas bajo las ramas y el estruendo de una enorme cola explotando la superficie en la orilla, tras el laberinto de vegetación que hace de techo natural sobre las aguas, me hace ver que mis esfuerzos por frenar su carrera son inútiles.
A duras penas y tras tres o cuatro potentes carreras consigo sacarlo unos metros fuera de la traicionera maraña de troncos y raíces. En ese momento creo que ha pasado lo peor, pero mientras lo voy acercando hacia mi, tras una corta carrera, el lucio se queda trabado en el lecho del río.
Pasan los segundos y el pez sigue anclado en el fondo. Mis esperanzas se diluyen como un azucarillo en un vaso de agua. ¡¡¡¡ Tanto nadar para morir en la orilla ¡¡¡¡. Era lógico, tenia que ocurrir, demasiados obstáculos sumergidos como para que un lucio viejo y astuto no aprovechase su última oportunidad.
A instancias de Vázquez y con muy pocas esperanzas, bajo unos metros río abajo para tirar mas en paralelo del pez y de repente noto unos cabezazos al extremo de la linea. Increíble. Poco a poco el pez va saliendo de su refugio. La suerte quiso que en vez de una rama fuese una manta de algas donde estaba bloqueado. Al fin, con calma, logro llevarlo junto a nosotros y observar asombrado su tamaño. Es curioso, comparado con los lucios de tres a cinco kilos que cogemos habitualmente, me pareció irreal, desmesurado, pero también precioso, fiero, imponente. Un animal portentoso.
Unas rápidas fotos para prolongar en el tiempo ese mágico momento y un gran lucio que vuelve conmigo a casa, vivo, en una tarjeta de memoria en lugar de muerto en el maletero del coche.
Breves instantes después, los sauces y alisos de la orilla son mudos testigos del merecido retorno del Señor del río a las aguas que le vieron nacer.
Ahora solo queda el murmullo del agua. Que rápido ha pasado todo.....

Crónica de la captura de un lucio de 110 centímetros a mosca, en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme.......

3 comentarios:

  1. Vaya pepinazo Luis, gran c&s y mejor relato.
    Saludos.

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  2. La verdad es que era un buen bicho, Oscar. Pero bueno, no todo van a ser capotes...hay que llevar de vez en cuando una alegría para mantener la afición. ¿Que tal tu con las robalizas?

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  3. Como ya te dije en su momento un lucio cojonudo y que desafortunadamente ya se ven pocos por nuestros rios. Por otra parte felicitar a Jose por las fotos porque han quedado de puta madre, muy guapas sí señor

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